<< La mañana se había levantado como el oeste, amarilla, y parecía que los arbustos rodantes hubiesen atascado las puertas, todo desierto. El salón olía a whiski del malo y la cabeza retumbaba, en su cama no había nadie. No es triste, a él le gustaba así. Se subió a la azotea para ver el panorama desde arriba, como las antenas, pero la perspectiva continuaba siendo la misma, parecía que como sin moverse, todos los edificios lo hacían, o sería él.
Se quedó allí aprovechando lo que quedaba del primer y único domingo número 7 de Otoño, hasta el final, en realidad no tenía otra cosa mejor que hacer que dejar que pasase el tiempo. >>